Érase una vez un padre cansado o una madre agotada,
y un niño (o más de uno) con la batería cargada.
Llegó la hora de ir a dormir,
pero el niño, o la niña, dijo: «A mí, plin».
-¿Y si te leo un cuento?
-¿Un cuento bonito?
-Un cuento bonito para quedarte frito.
Y eso pasó: risas, letras y mimos,
y, junto a un oso, se duerme el niño.
(Perdón, no es un oso. Es un papá que también cayó frito.
¡Y ronca muy fuerte! ¡Que alguien lo saque de aquí!)
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